Retuerto,
coplas de Despedida
Recopilación: Enrique Valdeón
En
plena montaña leonesa, descansa apacible, en el remanso
de los valles, un pueblo tranquilo, sobrio, con vetustas tradiciones
contempladas desde el silencio de los prados y la ovación
perenne de sus montes de hayedos. Lugar embriagado de belleza,
con fuerte olor a primavera, descansa escondido de un cierzo
frío que le envuelve coronando el noble corazón
de sus gentes. Retuerto
es otro pueblo leonés que ha ido apagando sus chimeneas
en los crudos inviernos y renace con los calores del verano
llenándose sus casas y calles de niños que juegan
en ese todavía jardín natural
Signo de vida y reencuentro
es la vuelta a aquello que las hayas guardan entre secretos,
se abren las arcas para reencontrarse con lo más vivo
del pasado y sentados en los escaños, junto al rescoldo
de la lumbre, con cecina y buen queso de cabra, corre el porrón
y la vida, recordando lo antiguo como algo propio, con cariño,
melancolía,... con añoranza.
Un buen día, hilando
al lado del haya encendida, la conversación se centró
en el ritual que acompañaba en la despedida que los mozos
cantan en vísperas de la boda. Aparecieron letrillas,
se recordó a Basilio bailando la jota,
a Pedro con sus Coplas, a Maximino
con la política, a Primo, a Genaro,
..., que pertenecieron a una época de esplendor en donde
la vida era tan pletórica como la misma naturaleza.
Recuerdo como unión
entre el ayer y el hoy a esa gente fiel a sus tierra que tuvieron
que sufrir los choques de esas primeras generaciones de emigrantes,
llenos de optimismo y con sueldos estables, frente a la pobreza
de los años sesenta. Ahí estan Jandro;
Eliseo, mucho tiempo presidente de los mozos
y gran animador de la fiesta, querido por todos los pueblos
y “raptado” por una moza de Lario;
Toño, Senén,
Julián, Manolo.....
y como olvidar a esas mozas tan galanas y explosivas de belleza
que convierten a Retuerto
en parada obligatoria de todos esos mozos que, siendo de pueblos
vecinos, recorren carreteras en busca de una buena mujer. Mujeres
merecedoras de nobles y serios adjetivos recogidos en esta copla:
La
sociedad de los mozos
te apreciamos; fuiste fiel,
fuiste honesta y divertida,
que es honra de una mujer.
Algunas
se casaron en pueblos vecinos, y para ellas había copla,
que con tambor y pandereta, se le cantaba:
Si te llaman forastera
vas a saber contestar,
que tu en tu casa estabas
y te vinieron a buscar.
Estas
letrillas se cantaban en el día de la despedida, en víspera
de la boda. Era constumbre hacer dos roscas de pan, una de parte
del novio y otra de la novia; la del novio se la entregaban
al presidente de los mozos y la de la novia , a las mayordomas,
luego la comían juntos y tenían jolgorio. En el
se cantaban versos , entre bromas, comida y simpatía.
Comenzar a cantar costaba mucho trabajo; el vino, la maza, el
ritmo del tambor y las voces tardaban en armonizarse. Pero,
una vez puestos, cada verso, cada estrofa, se cargaba de vida
y sentimiento. Transcribo algunos:
Voy
cantando, voy rondando,
no diciendo mal de nadie,
que también la cortesía,
parece bien en la calle.
Licencia
pido al cerrojo,
licencia pido a las llaves,
licencia te pido a ti,
licencia pido a tus padres.
Esa
noche, aquellos que no estaban emparejados, o tenían
la moza en otro pueblo, quedaban hasta el amanecer, y cuando
se sabía o se sospechaba que uno del pueblo salía
con una “rapaza” les echaban paja por la calle,
de una casa a la otra, para que al día siguiente se enterara
el pueblo que salían juntos.
Los redobles de tambor
y la pandereta marcaban con ritmo seco cada estribillo, y daban
la entrada a uno nuevo:
A
la mañana temprano
rézale a la Inmaculada,
que te ilumine los pasos
y te haga buena casada.
Tus
padres, que están presentes,
Dios les de paz en la tierra
y a ti, hermosísima dama,
que logres lo que deseas.
La
figura del Padre, adquiría en la boda una relevancia
especial. El momento más solemne los constituía
cuando la novia, vestida de blanco y arreglada, pedía
al Padre de rodillas la bendición, y en medio de una
gran solemnidad, el Padre, con un crucifijo en las manos, la
bendecía y pedía fuera “Buena casada”.
Esta
noche compañeros
nos alumbran las estrellas,
“pa”cantar la despedida
a una compañera nuestra.
La
sociedad de los mozos
estamos de gran contento,
porque vas a acomodarte
con un buen amigo nuestro.
Estos
versos, cantados por la juventud del pueblo, contaban con la
“chavalería”, que jugaban y reían.
Se suelen cantar a la puerta de la novia si el tiempo lo permite,
sino en la cocina o el comedor.
Por
lo alto de tu tejado
un pájaro va volando
y va diciendo a los mozos
que de ti nos despidamos.
La
despedida cantamos
Y con ella van mil flores,
Dios quiera que bien te vaya
al lado de tus amores.
La
despedida te damos
no te la damos “pa” siempre
que mañana al dar el sol
Ya volveremos a verte.
Lo dionisíaco,
lo orgiástico, se ve acompañado por una espontaneidad
que recorre a estas gentes leonesas ancladas en tradiciones
autónomas en donde el ingenio, la burla y la picaresca
se juntaban para hacer letrillas, para cantar versos, allí
se revivía el pasado y se preparaba el futuro con la
raíces del ayer.
La víspera de
la boda acaba ya al amanecer, los últimos apenas dormirán
unas horas antes de la Misa. Las mozas se han ido primero, ya
que tienen que preparar las truchas, la caldereta y el “guisao”,
con las roscas, el bollo y perronillas. El día de la
boda, los invitados del novio van a desayunar a la casa de éste,
los de la novia a su casa.
La tenue luz del amanecer
será la señal del descanso para los últimos
preparativos. La boda merece otro comentario; el canto del gallo
y las primeras esquilas marcarán un doble tiempo: uno
de inicio del descanso y otro de comienzo de un nuevo día.
Retuerto no descansa.
Recopilación por Enrique
Valdeón.