LAS
VECERAS. Su
importancia en la vida de la Montaña.
El diccionario define la palabra “vecera”
como “manada de ganado perteneciente a un vecindario y que
se pastorea por veces, según las cabezas de ganado que
corresponden a cada vecino”.
Es uno de esos vocablos arraigados
que conforman la esencia de lo que es, más bien de lo que
era, la vida rural de los pueblos de la Montaña, cuya economía
se basaba muy principalmente en la ganadería vacuna. De
ahí la gran importancia que tuvo la organización
del sistema veceril, su variedad y la gran extensión del
terreno comunal que se destinaba a ellas.
En
la Montaña de Riaño se dieron cinco tipos distintos
de vecera, según el tipo de ganado: de jatos, de añojos,
cabaña, vacas paridas y vacas duendas (o de labor).
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A la vecera de jatos se echan los terneros de
menos de un año.
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La de añojos reune los que tienen entre
uno y dos años.
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La de la cabaña la componen tanto las novillas,
que son las vacas jóvenes que ya han cumplido los dos años
pero aún no han parido por primera vez, como aquellas otras
vacas más viejas que pasan por un periodo largo de improductividad,
y que son denominadas horras o escosas. También los sementales,
cuyo número dependía del de vacas, y que normalmente
era uno solo, a veces un novillo reproductor.
Como curiosidad, en Prioro
llevaban a tres de los cuatro sementales que había. En
Tejerina y Liegos, un ejemplar de semental o novillo era suficiente
en esta vecera. En Burón, la vecera de cabaña también
integraba a los añojos, machos y hembras. Maraña,
por su parte, tenía una vecera únicamente de novillos.
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Las vacas paridas son aquellas vacas que han tenido
cría durante el año, no se dedican a la labranza
y están dentro del período de producción
lechera. Por este aprovechamiento lechero y para amamantar a sus
crías, salían y retornaban a la cuadra a diario,
y solo se las uncía para trabajos ocasionales.
Es una vecera más numerosa
que la de las vacas duendas pues cada propietario puede mandar
sin límite; también las acompaña generalmente
un semental.
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Las vacas duendas es la denominación peculiar
que recibe el ganado “domado”, es decir, enseñado
y dedicado al trabajo, por lo que permanecen más próximos
al domicilio familiar. Hasta principios del siglo XX se le denominaba
“ de los bueyes duendos”, ya que eran bueyes los que
la formaban, pero ya desde hace muchas décadas han sido
sustituídos por las vacas de labranza.
Esa necesidad de tener a estas vacas
cerca para poder recurrir a ellas tan pronto como haga falta,
y el interés por que reciban una mayor atención
y mejor alimentación, aconseja destinarles buenos pastos
que además están próximos al núcleo
urbano. Estos prados se denominan “boiría, boyería
o dehesa boyal”. También es habitual que en la época
de mayores calores las vacas duendas volviesen a la cuadra en
las horas centrales del día, las de mayor insolación.
En el tiempo en que los bueyes
tenían interés económico en la Montaña
(para el intercambio con Tierra de Campos) existió en algunos
concejos, cuando el número de ellos lo permitía,
una vecera de novillos o de bueyes jóvenes, machos de más
de dos años. Ya se ha mencionado antes que sólo
en Maraña se mantuvo hasta mediados del
siglo pasado.
En Liegos
las ordenanzas mandaban que, una vez seleccionados los novillos
que irían para sementales, el resto fuesen inmediatamente
capados. En Prioro estos novillos seleccionados
para sementales más los toros de propiedad vecinal formaban
un pequeño grupo que era sacado en vecera por una persona
contratada al efecto, “el torero”. Esta vecera se
iniciaba a mediados de septiembre, cuando se “echaban las
derrotas”, o sea, cuando el ganado podía pastar libremente
por todos los terrenos del pueblo, que debían quedar abiertos
para su uso y aprovechamiento común. Este derecho es una
reminiscencia de la antigua posesión y explotación
común de todo el territorio del concejo y en todas las
circunstancias.
En cada concejo, el número
de veceras y de “atajos veceriles” estaba condicionado
por las cabezas de ganado existentes. La fuente de la que tomamos
estas notas centra su estudio sobre las cabeceras del Cea y del
Esla (Valdeburón). Los pueblos de mayor
población y mayor extensión de terrenos,
Prioro, Burón, Acebedo, Maraña, dividían
cada vecera en dos o más hatos o “atajos” veceriles
para hacerlos más manejables y aprovechar mejor los pastos
disponibles.
Así, en Prioro
la vecera de bueyes llegó a tener cuatro atajos correspondientes
a los barrios de Cásparo, Sotillo, Ondevilla y Codijal,
cada uno de ellos con unas sesenta yuntas de labranza (120 cabezas).
Acebedo y Burón tenían dos atajos
de vacas duendas, dos de paridas, dos de añojos (en Acebedo
uno de añojos y otro de añojas) y dos de jatos.
Los pueblos más pequeños,
con menos personas disponibles y con menos cabezas de ganado,
debían concentrar sus esfuerzos: Tejerina y Llánaves
incluían en su vecera de cabaña a los añojos,
y juntaban en otra vecera a las paridas y duendas.
Si no hay vecera, cada propietario
debe ocuparse de mantener a sus reses en el establo, o de cuidar
de ellas cada vez que salen a pastar, sobre todo antes de la recolección
o de echar las derrotas.
Además de las veceras de vacuno
citadas, también las hay de lanar y cabrío, que
a su vez separan en vecera aparte a los corderos y cabritos de
menos de un año. También en este caso, si las cabezas
de ganado eran muy numerosas, se hacía mas de un “atajo”:
mientras en Liegos había cuatro veceras (ovejas, cabras,
corderos y chivos), en Tejerina las ovejas ya formaban dos atajos
y en Prioro hasta cinco.
De forma excepcional entre todos los
concejos, en Llánaves de la Reina ovejas y cabras salían
en una solo vecera, al cuidado de un pastor y de un vecero.
Por norma, los sementales
de lanar y cabrío se llevaban aparte de las hembras, normalmente
con los corderos y cabritos, salvo en Lois, en donde salían
en la vecera de los jatos. En los pueblos más grandes (Prioro,
Acevedo…) y con un elevado número de sementales
de ambas especies se formaba una solo vecera mezclándolos,
hasta que se integraban con las respectivas hembras para aparearse.
Así se regulaba el período de partos durante el
año. Esta vecera de sementales no era atendida solo por
los dueños de los animales, sino por todos los dueños
de cabras u ovejas que se beneficiaban de este sistema.
Otras veceras que existieron
durante un tiempo aunque no de forma generalizada fueron las de
yeguas (al menos en los concejos de Valdeburón),
las de burros (en los concejos de Tierra de la Reina,
en Prioro, en Acevedo y en Ocejo
de la Peña), y las de cerdos, ésta más
generalizada en toda la comarca que las anteriores, aunque dejó
de salir ya a fines de siglo XIX en Tejerina
y en los años veinte en Valdeburón.