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Web dedicada la Montaña Oriental Leonesa, especialmente a los valles de Aleón, Alto Cea, Riaño, Sajambre, Tierra de la Reina, Valdeburón y Valdeón.

Pueblos del Alto Esla, Valdeón y Sajambre

1987 - Se derribaron la mayoría de los pueblos de los valles centrales de la comarca de Riaño.

Otros fueron derribados en 1990 y la tragedia se culminó

La tragedia de una Comarca

En esta foto del año 1987 resume el sacrificio de toda una comarca que aún se sigue produciendo día a día debido a la expoliación continuada de los recursos que se lleva el pantano. Nuestos mejores lugares tanto de praderías, arboledas, huertas como de cotos de truchas que desde entonces ya no son más que un recuerdo.

 

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Requiem por Pedrosa. Un testimonio de Enrique Martínez Pérez

ASÍ MUERE UN PUEBLO

(Para ver las fotos ampliadas, por favor, haz doble Click sobre ella)

Cuando asomé a la curva de Valdetiego, el pueblo se adivinaba bajo una inmensa capa de polvo. Serían las cinco de la tarde del día 27 de Julio de 1987. Al ponerse el sol, Pedrosa del Rey habría acabado para siempre. Enfilé la recta que llevaba al pueblo: ya no estaba la casa de Pablo, ni las escuelas, ni el bar de Bernardino, ni la casa de mis abuelos paternos, también se habían cargado ya Barruelo... Me había pasado el cruce y estaba ¡delante de casa del cura!.
El impacto emocional me había dejado completamente desorientado. Tenía que volver hacia el cruce y dirigirme al Barrio Abajo. Tenía que verlo con mis propios ojos. Tenía que ver como derribaban mi casa.

Cuando llegué, la casa estaba ya rodeada por la Guardia Civil y unos obreros sacaban el armario del cuarto. Ni siquiera le permitieron acabar sus días en el lugar en el que estuvo siempre. Lo dejaron allí, frente a la casa, para que viese como la destruían. Más tarde, abandonado a su suerte, se lo llevaron unos gitanos. Ya se habían llevado antes los balcones de forja y la puerta de roble. Aquel maldito edicto...
Apreté los dientes y comencé a disparar mi cámara. El capitán que mandaba la fuerza me ordenó que no hiciera fotos a los guardias o me quitaría la cámara. Imbuido de una rara mezcla de rabia y de coraje le miré a los ojos y le dije que los guardias no me importaban nada. Solo quería hacer fotos a mi casa mientras la destruían. No me molestó más.
- ¡Que huevos le echaste!, Quique, me dijo Primitivo, que contemplaba la escena.
Primero empezaron por casa de Manolo. Demolieron la casa, la cuadra, la hornera, las paneras, donde guardaban el grano. Luego destruyeron la corte de las ovejas. Mas tarde se cargron la cuadra de Primitivo..
.
Apenas veía nada. El ruido que producían las máquinas era infernal. Las máquinas... debían de ser las mayores del mundo. Yo nunca habia visto monstruos de ese tamaño.
Escuchaba con nitidez el sonido seco de las piedras, tantas horas trabajadas, al chocar contra el suelo, y el crujido impresionante de las vigas de roble al romperse. Cuantas horas al monte, con la pareja, atrechando, labrando la madera...
Había llegado la hora y las primeras piedras de la parte trasera de la cuadra empezaron a caer. Eran las 18.43. La escena era patética, sobrecogedora, casi insoportable. Pero me mantuve allí, con los dientes apretados y las lágrimas que no me dejaban ajustar el enfoque de la cámara.

Las máquinas seguían su trabajo de verdugos, manos ejecutoras de un proyecto que nunca tenía que haberse llevado a cabo. Parecía imposible lo que mis ojos estaban contemplando...
La última pared hizo un atisbo de resistirse. El monstruo se posicionó de nuevo y acabó para siempre con la casa, con el barrio y, casi, con el pueblo. Además, dejaba herida de muerte a la comarca, que, a día de hoy, diecisiete años despues, aún no se ha recuperado.

La última casa en ser derribada fue la de Micaela. El perro, desorientado y asustado, se había atrincherado en la cuadra y no quería salir. Tere, la de Tolís, se enfrentó a insulto limpio con mi "amigo" el capitán. El perro estaba consiguiendo lo que nadie había logrado: retrasar la ejecución de la casa. Pero la voz del capitán sonó implacable:
- Procedan, he dicho que procedan, coño.
Con el ruido de las primeras piedras salió el perro de su escondite a gran velocidad. Nunca más le volvieron a ver vivo. Oí contar que unos días más tarde encontraron sus restos en un escobal.


Al oscurecer de aquel fatídico 27 de Julio, en Pedrosa solo quedaba un edificio en pié: la iglesia. Meses más tarde, la portada fue arrancada por los vecinos de un pueblo cercano y hoy da entrada al composanto del pueblo. El resto de la iglesia se trasladó a Riaño donde permanece.

Colaboración de Enrique Martinez Pérez

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